Día Mundial Contra la Tortura (In God We Trust)
Acaba de llegarme un mensaje al móvil con una noticia que desconocía por completo: parece ser que hoy es el Día Internacional contra la Tortura. Entenderéis que un mensaje así, de repente, de buena mañana, a uno le deja descolocadito. Entre otras cosas porque resulta ser la misma compañía de comunicación con la que mantengo un contrato leonino (no diré de cual se trata por no hacer publicidad de Vodafone) la que me lo remite. Además, me dicen, que si quiero ayudar a cerrar Guantamo puedo hacerlo enviando un mensaje de texto cuyo coste será donado a Amnistía Internacional. Ante este hecho se me ocurren varias cosas que decir. Que se resumen básicamente en dos:
- La primera: Lo de los Días Internacionales se ha puesto de moda en los últimos años o eso me parece a mí. Hace tiempo existía el clásico 1 de Mayo, el del niño y, que yo recuerde, el de la mujer. Vale, muy bien, ahí estaban, un día para reivindicar ciertas cosas importantes, una llamada de atención al menos.
Llegaron después algunos más: el Orgullo Gay, contra el SIDA, el cáncer (éste ya estaba antes), el tabaco (no recuerdo un día mundial contra el alcoholismo). De acuerdo, había más cosas por la que luchar.
Pero ultimamente parecen faltar fechas en el calendario para señalar todas aquellos asuntos contra los que se quiere pelear, algunos, si me lo permitís, un tanto ridículos, de tal manera que el sentido inicial con que fueron concebidas esas celebraciones se vuelve bastante difuso.
No digo yo, entendedme, que la tortura sea algo trivial o rídiculo, ni algo sobre lo que no se deba seguir llamando a la atención del mundo. Todo lo contrario. Pero es que me da la sensación de que la gente ni siquiera reparará en ello por mucho que los telediarios lo digan. Hay tantos días para tantas cosas que uno ya no sabe contra qué está dando dinero o con qué causa debe solidarizarse, que así escrito suena a sodomizarse. (Esto es una gilipollez que se me ha ocurrido sobre la marcha. Lo último, digo).
- Segunda: Lo de los mensajitos de teléfonos móviles es lo último en financiación. En cada esquina, en cada lugar, por todo y para todo, podemos enviar un texto a un número de cuatro cifras, cuyo coste varía entre la hostia a mano abierta o con el puño cerrado, para conseguir el himno de España (con letra o sin letra), chicas de mentira con tetas de mentira, la última de Biyonsé, el toro de Osborne, salvar al soldado Ryan, jugar a lo que juega Fernando Alonso, ganar indulgencias o decirle al presidente cuanto vale un café con leche en Casa Paco. Es la nueva forma, el progreso, la evolución de aquellas huchas que portaban adolescentes y abuelitas que pedían contra el cáncer. Se pierde en romanticismo y autocomplacencia, porque aquí no hay pegatinitas en la solapa, pero se gana en comodidad.
Pero ocurre como en el caso anterior: el fin se difumina. Ya no sabes si el mensaje es para que algún fracasado escolar siga cantando horteradas en la tele o para ayudar a la investigación con células madre.
Sé que la comodidad es el fin último de la existencia humana, ontológicamente hablando, señora!, pero también sé que la gente que está detrás de las causas buenas, que es mucha, debería pensarse seriamente mezclarse con esa chusma.
Muchas gracias. San Pedro y San Pablo os bendigan. Podéis ir en paz.
5 Comentarios:
FELICIDADES PABLITO!!!!!!
Toda la razón, Moro, toda.
grande morete grande
a mi me gusta el título del disco, es como un lugar de paso donde todo el mundo se para un rato y continúa con su vida...
y bueno, por lo que me han dicho, las canciones prometen, prometen mucho, así que tengo muchas ganas de escucharlas.
nos vemos tocayo (je, como me decía ayer otro Pablo, "voy a ser un santo todo el fin de semana").
Si te ha gustado este artículo manda PABLO al 5495 (coste minimo del mensaje UN RIÑON)
Respecto al anterior artículo sobre las "salidas", recordar al personal que de "idealistas soñadores" que hacen la carrera que les gusta esta lleno el Burguer King...
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