Las salidas de la carrera

Sara López Rodríguez es una chica de Gijón. Tiene dieciocho años y ha sacado la nota más de Asturias en la Prueba de Acceso a la Universidad, nada menos que un 9'99. Debe ser que le faltó saludar al terminar y no le dieron el 10, o que eso es sólo para Nadia.
Sara quiere estudiar ingeniería industrial, "una carrera que siempre me ha resultado muy atractiva y que da mucho juego por la cantidad de campos que abarca y las múltiples y buenas salidas laborales que ofrece" le dice ella al periodista.
Recuerdo cuando yo hice la selectividad. Se hablaba mucho de las "salidas" de la carrera, cosa que yo, en plena efervescencia hormonal cuasipostadolescente, siempre asociaba con un montón de chicas que estudiaban eso y que me harían un hombre si optaba por matricularme en su mismo plan de estudios.
Bromas aparte, nunca me importó tal cosa. Supongo que el apoyo familiar ayuda en estos casos, pero nunca me preocupó realmente si lo que pensaba estudiar daría lugar a un futuro prometedor en el campo profesional. La prueba es que opté por filología. Es más, yo, desde mi idealismo más ingenuo, no podía entender cómo alguien podía pensar con 18 años casi recien cumplidos, en un futuro que, a mí, me resultaba tan lejano como irrelevante. O mejor dicho: no podía creer que alguien estuviera dispuesto a renunciar a sus verdaderos intereses por el simple hecho de encontrar trabajo después más facilmente. Pero haberlos, habíalos.
Estamos de acuerdo en que el fin, digamos "profesional", de cualquier hijo de vecino es encontrar la estabilidad entre remuneración y realización personal. Pero claro, la balanza, muchas veces, se inclina hacia uno u otro lado: los hay que prefieren "ganar pasta" a pesar de resultarles un auténtico coñazo lo que hacen. Y, en cierto modo, no les falta razón al afirmar que se trabaja para vivir, y desgraciadamente, en esta vida, el dinero no da la felicidad, pero ayuda. Así que más "pasta", mejor vida. Otros, en cambio, se aprietan fuerte el cinturón con tal de estar satisfechos de su labor. Unos ven las salidas de la carrera. Otros sus propias salidas.
No seré yo quien juzque a nadie, dios me libre, porque creo que el mundo es un lugar demasiado complejo y cada uno de nosotros un mundo dentro de ese mundo. Pero es cierto que, en ocasiones, la distancia más corta entre dos puntos no es la línea recta.