Aspero mundo, demasiado

Me desperté con resaca y fui como en un sueño hasta la radio donde había quedado para hablar de la nueva letra del himno de España. "Ha cambiado un poco todo", me dijeron al llegar, y no se daban cuenta de que eran muchas cosas las que habían cambiado mucho. Me invadió la pena, claro, esa pena que estruja el corazón de la memoria, que te lleva a los días en que descubriste que a veces el mundo podía ser mejor y era más fácil, cuando estropeábamos las cosas de tanto usarlas y sus palabras nos enseñaban en cafeterías lo que nadie podía enseñarnos en un aula.

Coincidí con él un par de veces y nunca me atreví a acercarme para estrechar su mano, para darle las gracias. Una de esas veces él recibía un premio y yo tocaba en un salón bastante fuera de contexto. Yo sabía que rondaba entre el barullo y le dediqué una canción. Creo que no llegó a escucharla.

Quedará, menos mal, su palabra, quedarán sus libros. Pero Oviedo no será ya nunca igual. El mundo no será igual. Porque cuando se muere un maestro todo es más feo y menos cierto y algo se rompe en nuestra vida, fabricada de instantes.

Se ha muerto Angel González y yo me he muerto también un poco.